Podríamos jugar a llevarnos mal, a pelear, a insultarnos, a llorar.
Podríamos jugar a ser indiferentes, a no hablar, a no preocuparnos.
Podríamos jugar a ser (in)diferentes, valorándonos, al menos un poco más de lo que lo hacemos habitualmente.
Podríamos jugar a llevarnos bien, jugar a hacernos bromas, a tomarnos juntos cientos de cañas, jugar a jugar.
Podríamos jugar a gustarnos, a tontear, a besarnos, y jugar a jugar, de distinta manera.
Podríamos, incluso, jugar a querernos, jugar a abrazarnos, a besarnos más, a llorar, de nuevo, a respirarnos.
Podríamos jugar. Pero por favor, si jugamos, mejor siempre a lo mismo, a cualquier cosa, la que quieras. Porque cuando juegas a tantas cosas a la vez, uno acaba por hacerse un lío con las reglas del juego, y dejar las partidas a medias. Y yo no estoy dispuesta a retomar la partida otra vez.

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