sábado, 15 de septiembre de 2012
La vida es como una borrachera.
Hablamos de la vida como si lo supiésemos todo, como si la hubiésemos vivido entera y no debiéramos más que despreciarla. Hablamos de la vida como si fuéramos expertos, como si supiésemos lo que debemos hacer en cada momento, cuando ni siquiera hemos hecho la décima parte de lo que deberíamos haber hecho hasta el momento.
A veces planteamos la vida como algo que una vez acaba ya no existe, deja de importar. Como algo que "una vez mueres ya no importa". Y es que no nos damos cuenta de que no sabemos apreciar lo que tenemos.
La vida nos regala lo mejor de todo: el no saber lo que va a pasar. El hecho de que cada acto, cada decisión que tomemos, desencadene algo inesperado. El hecho de poder aprenderlo todo a partir de la nada.
Que de los errores se aprende, que si una piedra te hace tropezar, también te hará aprender a esquivarla para la próxima vez. Que si nunca nos ocurriesen cosas malas, tampoco nos ocurrirían buenas, pues sin lo malo lo bueno no existiría. Que sin sufrimiento no hay recompensas, y sin dolor no habrá alegría después. Los errores, los sentimientos, son parte de la vida. Regalos previos a otros mejores.
Que despreciamos y malgastamos la vida, y no nos damos cuenta de que esa vida es como una puta borrachera. Que hay que embriagarse, olvidar miles de cosas y recordar otras, aprovecharla para disfrutar aunque puedas sufrirla a veces. Que la vida es como una borrachera que te coges sabiendo que puedes pasarlo mal, y aún así quieres disfrutarla, pues sabes que acabará tarde o temprano.
Claro, que todo esto es una suposición. Que hablo de la vida como si lo supiese todo, como si la hubiese vivido entera, cuando todavía no he vivido casi nada. Que si es un error todo lo que he dicho, la próxima vez trataré de esquivar la piedra.
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